AMANECER

 

Hacía tanto tiempo que no sentía el calor del sol acariciando su piel que ya casi ni lo recordaba; pero lo que jamás podría olvidar sería la sensación de placer que le transmitía su calor. Cuando llegaron a la nueva ciudad y se instalaron en la casa que el clan les había buscado a su hermana y a ella tras las muertes de sus padres, pidió a Kalel que en su baño privado hubiera un gran ventanal que diera por completo al exterior, al igual que en de su habitación. A los ancianos les pareció una locura, pues el mínimo error y uno simple de sus dorados rayos acabaría con su vida. Pero lo necesitaba, aunque fuera a través de esos cristales especiales. Necesitaba notar los primeros rayos del sol al amanecer filtrarse a través de su ventana, mientras se bañaba al llegar a casa tras la lucha por la supervivencia. Mientras el agua caliente contrastaba con su fría piel intentando eliminar los restos del iluso, que llevado por su sobrenatural belleza, la ha provisto del elixir de su vida como alimento. Dejó que la magia de la imagen que se estaba formando en el cielo, embrujándola por el maravilloso contraste de colores mezclándose entre ellos, inundara sus sentidos. Anhelaba ese calor en su piel. El calor que antaño sentía como las manos de un ardiente amante recorrer su cuerpo. Aunque nunca sería lo mismo, dejaba volar su imaginación a los años, en los que bajo el sol, disfrutaba de su vida. Siempre había sabido lo que he deseaba, siempre había sabido cual era su lugar, y siempre había sabido sacar partido de ello. Antes, miles de años atrás, y ahora en la actualidad. Sin ataduras, sin aspiraciones a tenerlas, salvo sobrevivir un día más. Sólo fiel a sí misma y a su clan. Ellos y su hermana era lo que le importaba. No piensa en el futuro, sólo vive el presente.