ALGO MAS QUE UN SUEÑO

Cuando llegó al verde bosque que rodeaba el enorme lago aún creía estar soñando.

Hacía tantos años que ese mágico lugar moraba en sus sueños que a veces era capaz de oler el verde de sus prados y el embriagador aroma de las aguas.

Miles de mitos y leyendas rodeaban el emblemático lago Ness y el país al que pertenecía, Escocia.

Sin saber bien por qué, había dejado todo lo que conocía atrás para trasladarse a vivir a las Highlands, tan solo con la recomendación por parte del rector de la universidad donde hasta hacía poco trabajaba. Pero tras esos sueños, algo le había indicado que su lugar estaba allí, en ese lugar, en esa zona, por lo que aceptó sin pensárselo la propuesta del West Highland Museum, el encargado de recorrer la historia de las Highlands a través de sus testimonios arqueológicos y documentales.

—Buenas tardes, ¿eres tú la nueva bióloga? —Ana se giró algo sobresaltada, pues no había oído llegar a nadie. Frente a ella se encontró a un joven pelirrojo de ojos verdes con una piel pálida repleta de pecas. —Vaya parece que no, que no es más que otra turista perdida.

—No soy… Esto… quiero decir que sí soy —Ana suspiró profundamente y le tendió la mano al joven que la miraba algo extrañado— Hola, soy Ana, la nueva bióloga, tú debes ser Jonas, ¿verdad?, disculpa mi desconcierto pero no oí ruido alguno cuando te acercaste —como siempre que se ponía nerviosa Ana hablaba de un modo rápido, casi sin respirar— y claro, como comprenderás, estando donde estamos… Pues me asusté.

Una sonrisa se dibujó en el pálido rostro del joven y negó.

—Tranquila, Nessi solo sale en noches de luna llena —al ver la cara de estupefacción de Ana, Jonas soltó una carcajada— es broma, lo de Nessi es una leyenda como otras tantas que hay en las Highlands. Oirás miles de ellas, Highlanders malditos, amores inmortales que son capaces de viajar en el tiempo para reunirse, un dragón que fue encadenado por un mago en las profundidades de este lago por qué se negó a someterse a sus caprichos —Jonas se encogió de hombros—. Si quieres mañana te traigo una recopilación de todos ellos que tengo por casa, mi madre nos los leía a mis hermanas y a mí cuando nos íbamos a dormir.

Ana medio sonrió. Debía confesar que por un instante le hubiera gustado que todas esa leyendas fueran verdad. Ella siempre había tenido una gran imaginación ya desde pequeña, que había plasmado en breves cuentos que su madre atesoraba en la casa familiar.

Tras enseñarle la vegetación de la zona y los árboles que tendrían que investigar por la extrañas marcas que estos tenían en la corteza, se dirigieron a las cabañas que donde se hospedarían el equipo de investigación. Allí Jonas le presentó a sus dos compañeros, Sophie de París, botánica y Kaleb de Rusia, un paleontólogo.

El gobierno escocés había buscado a grandes expertos, jóvenes y abiertos de mente, para descubrir por qué esos árboles centenarios habían aparecido en ese estado de la noche a la mañana.

Tras una ligera cena y una caliente ducha, Ana se fue a dormir, le esperaba un ajetreado día al amanecer.

Poco a poco el sueño la fue venciendo y con él llegó el habitual habitante de éstos en la última semana.

Frente a ella tenía a lo que a simple vista podría catalogarse como un dragón. Su piel era de un color gris oscuro que brillaba como el charol al ser bañada por la luz de la luna llena. Su mirada de indescifrable color estaba fija en ella, y podria vislumbrarse una sutil sonrisa en el hocico del reptil.

Como siempre, sin miedo alguno, Ana se acercó hasta el y comprobó, sorprendida que esta vez, su mano podría acariciarlo. Sonrió mientras recorría el hocico del enigmático ejemplar que tenía frente a ella con su mano. Estaba frío y húmedo. El dragón ladeo levemente la cabeza haciendo que la mano de Ana se desviara hacia su carrillo, haciéndolo soltar un suave gruñido de satisfacción.

Ese gesto de confianza había llenado a Ana de una alegría inmensa.

—Gracias por venir a mi llamada Ana. —La grave voz resonó en la mente de la joven, haciendo que sus ojos se abrieran de la sorpresa.

—¿Te puedes comunicar?¿Por qué nunca antes lo habías hecho?

—Por qué necesitaba el contacto, que vencieras tu miedo, que creyeras en mi. —Oyó Ana en su mente, aunque la voz sonara grave era a la vez, dulce.

—¿Cómo voy a tenerte miedo? Esto no es más que un sueño, ¿verdad? —Preguntó Ana.

—Si es así ¿por qué estás aquí?

No le dio tiempo a contestar, pues el sonido de la alarma la despertó. Con una sonrisa salió de la cama, tan solo al percatarse de que los bajos de su pijama estaba manchados de barro su sonrisa se esfumó.

Había sido un sueño, ¿pero desde cuando era sonámbula?, ¿se había acercado sola al lago?

—No soy un sueño, Ana. No dejes de creer, solo tu podrás ayudarnos y descubrir que está pasando—. La voz que había poblado sus sueños estaba ahora en su consciencia.

—No lo haré —Sentenció.